Preparar la escena

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Ourense, 2018

La última vez que publiqué algo por aquí fue hace casi un año, cuando acababa de empezar un programa de mentoría de fotografía de calle en Google+, Finding Your Vision 2017, de Teresa Pilcher, que acababa de aparecer en la lista de los 10 fotógrafos de calle más influyentes para 2017 publicada por Street Hunters.

Aquella fue, probablemente, mi mejor experiencia de aprendizaje fotográfico hasta la fecha, y me permitió desarrollar técnicas y abrir la mente a nuevas formas de abordar la fotografía de calle: hasta ese momento no se me había ocurrido hacer fotos movidas, ni me interesaba especialmente el color (aclaro: no me interesaba hacer fotos en color, pero sí me apasionan desde hace muchos años fotógrafos como Saul Leiter, Alex Webb o Joel Meyerowitz, que son maestros del color).

Un año después, si bien me temo que sigo sin desarrollar un estilo propio, a cambio creo que disfruto mucho más que antes, fotografío de forma mucho más reflexiva y a menudo trato de imaginar con antelación la foto que quiero hacer. Quizás lo que más me ha costado aprender, pero también una de las cosas que más alegría me está dando, es la paciencia de esperar en un lugar a que se den las condiciones adecuadas, a tener la mejor luz o a que de repente se organicen los elementos en una composición que me guste. Es lo que en ese programa con Teresa Pilcher ella llamó «setting the stage», que he traducido como «preparar la escena», o «preparar el escenario».

Hace unos días, en la zona vieja de Ourense me encontré con este espacio de luz que se colaba entre dos edificios a primera hora de la mañana. Estaba tratando de hacer una foto con un elemento pequeño y rojo, para un reto planteado por Jota Barros en un grupo de fotografía que se ha montado en Facebook para animar a la participación en el FotoKalea (un simposio nacional de fotografía urbana que se celebrará por primera vez este año, y que tendrá lugar en Vitoria/Gasteiz en junio). Allí de pie, con ese espacio de luz en diagonal en el encuadre, y con un frío de mil demonios, esperé y fotografié uno tras otros zapatos de todo tipo y color hasta que, bastantes minutos después, y cuando mis cervicales empezaban ya a protestar, allí aparecieron estas zapatillas rojas, que hicieron que la espera hubiera merecido la pena.

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